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jueves, 26 de septiembre de 2013

Tu cabeza...

Empiezo a escribir sin saber exactamente qué saldrá de estas líneas. 

Tu cabeza te está jugando una mala pasada. No te permite concentrarte en lo que debes, tan solo te está evocando pensamientos que te crean malestar. Y ese pensamiento se va haciendo más grande, hasta que el dolor se hace tan insoportable, que saltas a otro pensamiento, evitando el anterior. Empezando con otro que, otra vez más, va evolucionando en un pensamiento cada vez más complejo y doloroso. Y vuelves a saltar a otro tema. Cada tema que sacas para analizar, se va volviendo oscuro y complejo a medida que reflexionas sobre él. Y esto no se para. 

Continúa, continúa y continúa. Devorándote cualquier resquicio de felicidad que puedas alentar dentro de ti. Estás perdido, has caído en una espiral negra que te lleva a un pozo sin fondo. 

Estás experimentando la ansiedad en estado puro. 

Y agonizas. Agonizas sin escuchar las maravillosas palabras de la gente que está luchando para animarte. Porque tú, en este momento, no ves ningún tipo de solución posible. Tan solo quieres arrancarte esta oscuridad dentro de ti y no sabes exactamente cómo hacerlo: si gritar sin tapujos o si llorar como una magdalena. No te estás dando cuenta de que la ansiedad te la estás creando tú mismo y que te estás autodestruyendo. 

Una persona que aprecio mucho dice que tan sólo cayendo en el abismo, es decir, tocando fondo, es cuándo realmente una persona puede emprender el vuelo y reinventarse a sí misma. Y la pregunta es: ¿cuál es el precio de hundirse y volver a reflotar? 

Lo único que se puede tener claro es que el postmodernismo está saliendo muy caro.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Depresión postvacacional? Son los padres

He llegado a una conclusión: no existe la depresión postvacacional. Menuda tontería que cuando se finalizan nuestro idílico paréntesis estival tengamos que estar deprimidos en nuestro puesto de trabajo, verdad? Aquella persona que realmente disfruta trabajando, no tiene depresión postvacacional. No existe tristeza alguna, porque realmente se está realizando una tarea en la que uno mismo se siente realizado. Y, cuando ocurre esto, se anhela volver al puesto de trabajo. El placer de volver a trazar los proyectos que nos motivan y experimentar el gozo de la rutina. Por supuesto que existe el derecho a sentir la melancolía por las vacaciones finalizadas pero se ve compensado por el sentido de la superación con nuevos objetivos.

Cuando realmente existe depresión postvacacional esta se debe al descontento en relación al trabajo realizado. Pasarse 8 horas realizando una tarea que no nos apasiona es el peor de los infiernos al que una persona puede enfrentarse día a día. El hecho de que no trascurran las horas y haya que “calentar la silla”, nos hace menos productivos y menos felices. Trabajos que desgastan y entristecen el alma.

Me produce tremenda tristeza apreciar que la mayoría de las personas tienen depresión postvacacional. Que el malestar laboral es un problema general. Que la sociedad es muy infeliz trabajando.